Madres en la tierra y en el cielo

 

 

Hace unos días leí la entrada más impactante de un blog que sigo desde hace tiempo: «No soy una drama mamá», de Carmen Osorio.

Carmen vive en Gijón, como yo. Es madre de 3 hijos, como yo. Tal vez por eso siempre la sentí «muy cerca». Por eso y porque con sus ideas y consejos se te mete en casa y en tu día a día poquito a poco hasta hacerse casi imprescindible.

Pero hace 3 semanas perdió a su cuarta hija, a la nena que esperaba, a los 6 meses de embarazo. Y lo que escribe en su blog es atroz. Una bofetada de dura y cruel realidad que te encoge el corazón y te pone un nudo en la garganta que a mí no se me ha soltado todavía desde que lo leí.

«El día que conocí y perdí a mi hija.»

Como dice Carmen, ninguna mujer debería tener que pasar por algo así. Es inhumano, es injusto, es una aberración. ¿Que hay otras muchas situaciones tremendas? Cierto. Pero perder a un hijo, nacido o no, para mi está en lo más alto de la escala del dolor.

No hay una sola madre en el mundo que pueda leer esta historia sin conmoverse hasta las lágrimas.  Sólo quienes han pasado por una experiencia similar pueden realmente entender el dolor por el que está pasando. Sólo sus seres queridos, cercanos, pueden realmente «com-padecer» junto a ella. Pero incluso quienes no lo hemos padecido podemos imaginar tan vívidamente su dolor que se nos hiela el alma. Y en especial las madres.  Alguien que ha llevado dentro a un hijo, que lo ha sentido crecer y moverse en su interior, que le ha dado su sangre, su oxígeno, su cuerpo entero 24 horas al día, que ha respirado por él, que ha comido por él, que se ha cuidado por él,  que ha vivido por él…

Yo no puedo leer sus palabras sin llorar. Y sin verme sacudida por multitud de emociones.

corazon_sano

 

Sufrir un aborto es mucho más frecuente de lo que pueda parecer. A poco que «remueves las aguas», comienzas a conocer mujeres y más mujeres que han pasado por esto. A algunas de ellas las ves todos los días, y no tenías ni idea.

Uno de los sentimientos que me inspiró este post es agradecimiento.

Que alguien se atreva a hablar abiertamente de un aborto, del dolor y del vacío que produce, ayuda muchísimo a muchas mujeres que no pueden hablar de ello. Que no saben cómo hacerlo. O que se ven empujadas a «pasar página enseguida», porque «hay que seguir adelante», porque «total, no lo has conocido; perder a un hijo cuando ya lo has tenido a tu lado varios años sí que es duro», porque «lo que tienes que hacer es tener otro enseguida y así volverás a ser feliz».

Muchas mujeres sufren su dolor en silencio, porque pasados unos días nadie de su entorno quiere hablar del tema. Pasados unos meses nadie entiende que ellas sigan enquistadas en el dolor por alguien que a veces ni siquiera llegaron a ver. Y ellas lo aceptan, y callan, y fingen, y «siguen adelante». Y eso es equivocado, injusto y cruel para ellas. Por muy buena voluntad que se tenga al decírselo.

Gracias, Carmen, por hablar en tu blog de esta terrible realidad.

 

corazon_sano

 

Otro sentimiento que me inspira es admiración. Por su sinceridad al hablar, por su valor al llorar.

A veces acudo a la llamada de una mujer que está sufriendo un aborto en ese momento en su casa. Está perdiendo mucha sangre. Está perdiendo a su hijo. Aunque los médicos le explicaron lo que iba a pasar en horas o días desde que el corazón de su hijo dejó de latir, no se lo explicaron exactamente así. O ella no entendió, no imaginó, que iba a ser exactamente así. Que iba a ver lo que está viendo, a sentir lo que está sintiendo.

Tiene miedo. Siente dolor. Sabe que su hijo se le va, que la vida que lleva en su interior se está escapando. Se siente rota, aterrada, bloqueada, desesperada, perdida. Y sola. Aunque tenga a toda la familia a su lado. Aunque tenga a su compañero cogiéndole de la mano. Una mujer debe enfrentarse a un aborto, en lo más profundo de su dolor, sola.

Y muchas de estas mujeres luchan contra las lágrimas. No quieren abandonarse al llanto delante de extraños, aunque seamos sanitarios. Nos dicen: «ya sé que no debo llorar», «ya sé que debo ser fuerte», «ya sé que no es el fin del mundo», «ya sé que puedo tener otro hijo»… O, lo que es aún peor: «perdonad», «lo siento por estar así», «perdón, es que no puedo evitar llorar».

¿¿¿PERDÓN??? ¿Qué está haciendo mal el sistema sanitario, o el educativo, o el que sea, cuando quienes tratamos de ayudar no logramos transmitir empatía, no logramos romper las barreras, no damos la suficiente confianza como para que una madre que está perdiendo a su hijo pueda permitirse llorar sin avergonzarse?

Es necesario llorar. Es necesario gritar. Es necesario insultar, maldecir a la mala suerte o al puñetero destino o a quien pase por delante. No se puede guardar dentro la rabia, el odio, la desesperación o lo que sea que se esté sintiendo. ¡Estás perdiendo a tu hijo! ¿Cómo puedes guardarte dentro todos esos sentimientos, sea quien sea quien esté delante de ti en ese momento?

«¡MIERDA, JODER, ME CAGO EN LA PUTA, ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ A MÍ? ¿CÓMO PUEDE ESTAR PASÁNDONOS ESTO? CON LA DE PERSONAS QUE MALTRATAN A SUS HIJOS, CON LA DE MUJERES QUE DESEARÍAN ABORTAR, ¿Y ME PASA A MÍ, QUE DESEO Y AMO A ESTE NIÑO CON TODAS MIS FUERZAS? ¡NO PUEDE SER VERDAD! ¡MALDITA SEA, MALDITO DIOS QUE PERMITE ESTO, MALDITA GENÉTICA O INFECCIÓN O MALFORMACIÓN O QUIEN LECHES TENGA LA CULPA DE ESTA TREMENDA PUTADA!»

«¡NO ME DIGAS QUE NO LLORE! ¡ME ESTÁ DOLIENDO! ¡ME DUELE EL CUERPO Y ME DUELE EL ALMA! ¡TENGO MIEDO! ¡ESTOY ASUSTADA, PERDIDA, ENFADADA, CABREADA, DESESPERADA! ¡NECESITO LLORAR, NECESITO GRITAR, NECESITO AULLAR!»

«¡NO ME DIGAS QUE NO PASA NADA!¡NO ME DIGAS QUE YA TENDRÉ OTRO HIJO! ¡¡¡¡ESTOY PERDIENDO A MI HIJO!!!!! TÚ, QUE TIENES A LOS TUYOS VIVOS Y SANOS, ¡CUANDO PIERDAS A UN HIJO, CUANDO SUFRAS UN ABORTO, VIENES Y ME LO CUENTAS! ¡MIENTRAS TANTO CÁLLATE! ¡QUÍTATE DE MI VISTA! ¡¡¡A LA MIERDA TODO EL MUNDO!!!»

Todo, absolutamente todo lo que esa mujer piense, sienta, diga, grite, está bien. Si alguien piensa lo contrario, si alguien se siente ofendido o incómodo, es su problema. Y si alguien osa pensar siquiera en hacer el más mínimo juicio o crítica al respecto, mejor puede metérselo debajo del felpudo.

Gracias, Carmen, por maldecir sin tapujos. Eres un ejemplo para muchísimas mujeres que quieren hacerlo, que deberían hacerlo, pero que por pudor o por algún otro motivo no son capaces.

corazon_sano

 

Otro sentimiento es orgullo. El que ella transmite al hablar de su niña del cielo.

Un hijo nos hace madres. Da igual que haya nacido o no. Es un ser real, que ha existido, que ha vivido, que ha crecido en el interior de una madre. Que la ha cambiado para siempre. Como dice la preciosa postal de la portada de su blog, «incluso el más pequeño de los pies tiene el poder de dejar huellas eternas en este mundo».  Ella es madre y lo será siempre. Madre de un ángel, madre de un niño de luz, madre en el cielo, como lo quieran llamar. Pero madre. No es el parir lo que nos convierte en madres. Es el haber dado vida. Y esa madre ha llevado a su pequeño muy vivo en su vientre. Es madre y siempre lo será. Aunque su hijo haya vuelto demasiado pronto al lugar donde estaba antes de nacer.

Gracias, Carmen, por gritarle al mundo que eres madre en la tierra y en el cielo. Que otras madres que no se atrevían a nombrar a su hijo no nacido puedan hacerlo sin reparos siguiendo tu ejemplo.

corazon_sano

 

Por mi trabajo, y por cierta cardiopatía que conozco bien, tengo relación con varias madres que perdieron a sus hijos, antes o después de nacer. Estas son algunas de las cosas que han compartido conmigo, y que se han grabado a fuego en mi corazón y en mi memoria. Yo las comparto ahora, por si te pueden, os pueden, ayudar de alguna forma.

 

«La gente no habla de mi hijo porque tienen miedo de hacerme daño si lo hacen. Y es precisamente al revés. Cuando me hablan de mi hijo me demuestran que fue real, que fue importante para ellos, que le recuerdan con cariño, que de algún modo tocó sus vidas. Que su corta vida no fue invisible ni en vano. Quiero que me hablen de mi hijo, aunque con ello me hagan llorar. Que me dejen llorar sobre su hombro, sin incomodarse, sin marcharse. Es el mejor regalo y el mayor apoyo que me pueden dar». 

 

«He perdido a mi hijo. Me duele mirar a las mujeres embarazadas, a las familias felices, que tienen a todos sus hijos vivos, juntos y sanos. Siento envidia. Siento dolor. Me alejo cada vez más de esas «familias perfectas». Pero por otra parte he descubierto que puedo comprender mejor a otras familias que han pasado por lo mismo. Puedo ayudar a otras mujeres que tienen que abortar. He recibido palabras y abrazos de agradecimiento de alguna de esas mujeres desesperadas. Me he sentido útil, he sentido que la vida y la pérdida de mi hijo pueden tener un mínimo sentido. Y eso es algo muy importante para mi».

 

«Llevo muchos años peleando con el sentimiento de culpa por la pérdida de mi hijo. Y poco a poco voy aceptando que si éste era nuestro destino, nada ni nadie lo habría podido impedir. Que si existe Dios y lo hubiera querido impedir, lo habría hecho. Que sólo es culpable quien desea hacer algo malo y, pudiéndolo evitar, no lo evita. Que yo he tenido una tremenda mala suerte, un accidente de la vida, o estoy cumpliendo el destino que Dios quiere para mí. Pero que no soy, de ningún modo, culpable. Ni por lo que hice ni por lo que no hice ni por lo que hubiera tenido que hacer. La batalla contra la culpa es la más dura que he tenido que pelear en mi vida después de la pérdida de mi hijo. Pero sé que, si quiero volver a ser lo más feliz posible, tengo que ganarla».

 

«Nunca sabré el por qué me ha ocurrido esto. Y por más que lo desee, por más vueltas que le dé, por más que reviva una y otra vez lo que ocurrió, por más que piense en los «y si…» que tal vez habrían impedido que esto ocurriese…no puedo cambiar la realidad. Sólo tengo poder para hacer una cosa. Para intentar encontrar no el «por qué», sino el «para qué«. Esto que me ha ocurrido me ha cambiado por completo el rumbo de mi vida. Me ha sacado de mi cómoda autopista y me ha echado por caminos comarcales estrechos, sin asfaltar y sin iluminación. ¿Y sabes qué? Que, si pasas el tiempo suficiente en estos caminos tienes experiencias que de otro modo jamás habrías tenido. Y conoces gente que de otro modo jamás habrías conocido. Yo no quería esto, no deseaba esto, cambiaría todas esas experiencias por tener a mi hijo conmigo. Pero quiero, necesito, transformar todo mi dolor, toda mi rabia, toda mi pena, en un «para qué«. En conseguir enfocar mi vida de forma que pueda sentir que su pequeña vida fue útil. En luchar porque a nadie más le ocurra lo que le ha ocurrido a mi hijo. En ayudar a otras personas en mi misma situación. En recaudar fondos a nombre de mi hijo, para ayudar a otros niños como él. En fundar una escuela o una asociación en nombre de mi hijo. En concienciar a otros padres de que esto que nos ha ocurrido se puede tratar de evitar…»

 

«No soy la misma después de esto. No puedo serlo y no quiero serlo. No sé si soy mejor o peor, más fuerte o más débil. No sé si algún día podré volver a mi trabajo, o a ser feliz con mi vida y mi gente de antes. Y, francamente, me importa una mierda. Si fuera la misma, sería como si mi hijo nunca hubiera estado en mi interior. No soy la misma porque mi hijo me ha cambiado por completo. Y es mi manera de decirle «soy diferente porque tú estás conmigo, porque siempre estarás conmigo, porque tú me haces diferente». Quien no entienda mi cambio, a quien le moleste, quien se sienta incómodo, que se aparte de mí. Mi hijo es mucho más importante que esa persona».

 

«Tengo con mi hijo del cielo una conexión única, que no se puede tener con los hijos de la tierra. Siempre le noto a mi lado. Mucho más cercano que mis otros hijos, que marchan, que hacen su vida lejos de mi, que ya no me cuentan sus cosas. La conexión que tengo con mi pequeño del alma es continua. Es indestructible. Es íntima y preciosa. La mayoría de la gente nunca podrá tener un vínculo así. Tal vez me llamen loca, o me digan que me lo invento, que le deseo tanto que lo sueño, que esto es patológico. Pero para mí es muy real. Y para mí es lo que cuenta».

 

«Se puede volver a ser feliz. Sí se puede. Lo que pasa es que hay que hacer un trabajo de «remodelación» de la cabeza y del corazón agotador. Hay que despedirse de todos los sueños y planes de futuro que habíamos construido en torno a nuestro hijo. De todos los «cuando tenga tantos años… cuando empiece el cole… cuando sea mayor… cuando podamos ir juntos en bici… cuando vayamos todos de vacaciones… cuando se eche novia… cuando encuentre un trabajo que le guste…». Porque es eso lo que más daño hace. Los planes de futuro destruidos, los sueños rotos. El vacío que sentimos porque no le tenemos a nuestro lado. Y sin embargo su alma existe, como existe la de nuestros otros hijos. Cuando aprendemos a vivir teniendo más presente su alma que su vacío, cuando empezamos a dejar que la vida se nos vaya llenando de nuevas experiencias en las que él nos acompaña en el alma… Cuando dejamos de sentirnos culpables por ser felices cuando él ya no puede serlo, o cuando ya no podemos serlo junto a él … o por poder sentir con placer la lluvia o el viento cuando él ya no puede sentirlos…Cuando logramos perdonarnos a nosotros mismos y cambiar por completo nuestra forma de relacionarnos con ese hijo del alma, entonces podemos volver a ser felices. De otra manera. Con otras cosas. Quizá con otras personas. Pero sí podemos volver a ser felices. Yo creo que soy bastante feliz a día de hoy. Así que sí se puede. Sólo que a algunos les cuesta un año, a otros 10 años, a otros 50 años, y algunos, por desgracia, no lo consiguen jamás».

 

corazon_sano

 

Carmen, ojalá encuentres la fuerza para seguir escribiendo en tu blog. Tendrás a miles de personas apoyándote y animándote. Y estoy segura de que serás capaz de llegar y de ayudar a mucha gente a la que, antes de pasar por este horror, no habrías podido ayudar…

Deseo con toda mi alma que vuelvas a ser feliz. Tardes lo que tardes. Si alguien puede lograrlo eres tú. 

Un fuerte abrazo para ti y para tus cuatro preciosos hijos.

4 anillos

8 respuestas a “Madres en la tierra y en el cielo

Add yours

  1. Cuando yo pasé por eso (aunque mi experiencia no fue ni remotamente tan dura como la de Carmen) me dejaron sola llorando a moco tendido en la sala de espera de un ala de ginecología mientras la señora de la limpieza pasaba la fregona. Como estaba en urgencias no dejaron entrar a mi marido. Fue el tuyo el que vino a buscarme, el que puso en movimiento a medio hospital, el que trajo de la mano a mí marido. Eso no me quito el dolor, nada me lo ha quitado aún, pero desapareció la soledad y la sensación de desamparo y eso tampoco lo he olvidado, no lo haré. Gracias a los dos ❤️

    Me gusta

  2. Plas, plas, plas…Alto y claro. Vengo del blog de Carmen Osorio, contenta por ver que escribió nuevamente…No sé porqué os escogió ella de entra las miles de entradas que hemos escrito muchos de nosotros a raiz de su penosísima pérdida, pero sí sé por qué os habría escogido yo: por ese párrafo en mayúsculas. Antológico, de verdad. Que hay momentos en los que cagarse en todo, que llorar es un derecho, que nadie tiene que decirle a nadie cómo sentirse y que, si no has pasado por ello, como confieso es mi caso, el acompañamiento en silencio, escuchar en silencio…suele ser la mejor opción.
    Enhorabuena.

    Me gusta

  3. Uuuufff, no puedo parar de llorar. Gracias a Carmen, con su entrada ya lloré lo mío también, y gracias a ti. Yo he sufrido tres pérdidas, más tempranas pero horribles todas,y no tengo ningún hijo nacido. Es cierto que la gente que lo sabe, evita hablar de ello. Excepto mis sobris, que alguna vez me han preguntando por ese bebé que murió dentro de mi barriga, que es como lo cuentan ellas, a mí en lugar de ponerme triste me agrada en cierto modo saber que ellas, con toda su inocencia, no tienen problema en hablar de algo que fue real. Un abrazo.

    Me gusta

  4. Identificada totalmente con todo lo relatado en mi caso e sufrido 2 perdidas de 7 y 8 meses de gestacion la ultima que yo esperaba fuera mi bb arcoiris lamentablemente cai en manos de personas que al parecer mo tienen corazon fue negligencia medica mi bebita pudo haber sobrevivido pero ni siquiera puedo decir se hizo lo que se pudo no puedo llegue temprano con poco sangrado me remiten a una sala de observacion en la que mi cuadro empeoro nadie se hizo cargo resulta que ni ne habian reportado en resumen mi dulce espera termino fatalmente fui a parar a UCI no pude ver a mi bebita por la gravedad del caso sufri casi 7 horas con bomitos y contracciones mi vida para los medicos es un milagro me colapsaron casi todos los organos hemorragias y es una larga historia y todavia que te digan «pone de tu parte» da coraje no saben lo traumatico que es todo hay dias que no te quieres ni parar de la cama te duele tanto el alma quedas sumergida en una terrible oscuridad… sola aunque haya muchas personas el 23 de dic mi primera hija estaria cumpliendo 3 añitos y lo antes relatado fue en agosto de este año (2017)

    Me gusta

Deja un comentario

Crea una web o blog en WordPress.com

Subir ↑